lunes, 14 de julio de 2008

Yo también quise ser Charles Atlas


Por alguna de esas secuencias caóticas que construyen nuestro pensamiento me acordé hoy de Charles Atlas. En los comics de mi infancia nunca faltaba la página de publicidad del Método de Tensión Dinámica que prometía "Un cuerpo de Atlas en 7 días". Basta con preguntar a muchos de mi generación para comprobar el profundo impacto que tuvo ese anuncio que daba de lleno en las inseguridades de los jóvenes. Por mis manos pasó un ejemplar del método de Charles Atlas, que era una fotocopia de una fotocopia de una fotocopia de un amigo.

Al recordar el anuncio sorprende no solo lo brutalmente directo, casi insultante, pero certero que era el mensaje. Sino que además resulta un poco chocante descubrir los estereotipos en los que está fundamentada nuestra sociedad, y bajo los cuales nos criamos. Todos quisimos ser ese joven que ante una provocación, quizás nimia, ejecuta toda una venganza que le hace convertirse en una mole y volver a la playa para encontrar a su "agresor", que ni siquiera sabrá quién le pegó ni porqué.

Sin embargo en aquella época lo que más me impactaba era el papel de la chica que acompañaba al protagonista del anuncio (es decir: "el flaquito"). En un niño de unos 9 años las mujeres despertaban una mezcla de admiración e incipiente deseo, magnificados por la más absoluta ignorancia. Por eso cualquier pista que pudiera darnos la radio, la TV o un comic sobre el comportamiento femenino, servía para crearnos una imagen de lo que nos esperaba cuando nos atreviéramos a cruzar el umbral de la adolescencia.

En ese sentido el anuncio era aterrador. Nos esperaba un mundo en el cual había que tener muchos biceps porque por ahí había tipos que te llenaban de arena solo por ser un enclenque, y lo harían delante de tu chica para llamar su atención. Pero lo peor es que para ella solo serías un "flaquito" hasta que no tengas los músculos de Charles Atlas y le metas un jab en el mentón al autor de tan terrible afrenta. En ese momento ella sentenciará "José es ahora todo un hombre", lo cual es admitir al fin que para ella José era una piltrafilla, un endeble, un miriñaque.

Me pregunto en qué medida Charles Atlas habrá contribuido a mi desprecio por cierto patrón masculino y femenino. Quizás tras comprobar decepcionado que en siete días el Método de Tensión Dinámica no había producido ningún cambio en mí, no tenía más remedio que empezar a soñar con otro tipo de mujeres que les daba igual si eres un flaquito, y empezar a suponer que a lo mejor se puede ser un hombre sin tener que dar ni recibir puñetazos.

(foto tomada del blog de Adlo)

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